La reina de las fiestas rompió la piñata







Proyecto interdisplinar y de contextualización espacio-temporal que fue diseñado para el festival La noche blanca de la ciudad de Córdoba (España), cuya temática era el flamenco, y cuyo contexto lúdico-festivo funcionaron como matriz del proyecto. Partiendo de ciertos parámetros conceptuales desarrollados por Gadamer en su Actualidad de lo bello, la obra que se presentó consistía en una performance que partiendo desde la Torre de la Calahorra (situada en el Campo de la Verdad) se realizaba un recorrido en burro a través de la ciudad para finalizar en el Convento del Corpus Christi, actual sede de la Fundación Antonio Gala. La indumentaria para tal ocasión consistía en corona, cetro, banda de honor y unos zuecos holandeses pintados en rojo con lunares blancos. Durante todo el recorrido y en la segunda parte de la acción, la reina de las fiestas realizaba la performance con los ojos vendados, ya que no podría ser de otro modo como debiera darle fin a la piñata que le esperaba al final de su recorrido. Al romperla, un gallo vivo escapaba volando entre las guirnaldas y el confeti.

Como toda reina, ésta, la de las fiestas, tiene una función (no me vengo a refierir a la de dirigir una ONG con su nombre), que como os podréis imaginar no es ni mas ni menos que la de romper la piñata. Es más, para ser sincero debería de señalar que su función existía antes que ella misma, y ella fue concebida con este único destino. Pese a su vulgaridad funcional, nuestra reina no es una reina cualquiera, ya que ella, en vez de amadrinar burros de Rute, los monta, y en lugar de calzar Bulgari, se enrola en unos zuecos holandeses ‘con mucho duende’. Lo de su sonrisa era inevitable.